Una pandilla que recorrerá los coles para hablar a los niños sobre el reciclaje, que tomen conciencia sobre el problema de la generación de residuos y aprendan lo que pueden hacer por el medio ambiente en su día a día.
¿Ves?, suena increíble. Y lo es.
Las cosas
Nicolata
Nicolata es una lata de refresco que nació en el sur de Italia. Allí fue comprada por Milena, una estudiante de Medicina que necesitaba energía extra para no dormirse mientras estudiaba. Cuando se acabó el refresco Milena la tiró en un parque, pero no podía imaginarse la cantidad de vidas que le quedaban a Nicolata.
Vidriela
Es muy transparente y la más clara de todos. Parece frágil, pero cuando las cosas se complican demuestra una gran fortaleza. Es un poco mística y espiritual, consecuencia de su rico mundo interior. Encontró al Señor Tapón y a todos los demás después de un largo y movido viaje por el Mediterráneo, cuando después de una fiesta la tiraron al mar.
Señor Tapón
Señor Tapón estuvo casado con una botella de plástico con la que vivió durante meses en un frío lineal de supermercado, hasta que una familia se los llevó. Con ellos disfrutaron de una gran comida familiar, donde Señor Tapón se lo pasó en grande. Pero al acabar la comida, se deshicieron de él.
Ana Manzana
La historia de Ana Manzana empieza un día de picnic. Allí se lo pasó genial. Era un día luminoso, los niños jugaban y los mayores hablaban entre ellos y se reían. Sí, fue un día de picnic fantástico, hasta que empezó a atardecer. En ese momento, en lugar de ser depositada en la papelera con sus amigos Platanito y Tomatín, Ana Manzana fue olvidada en el césped de aquel parque.
Cara Cartón
Es un poco rollo. Es el más serio de todos y siempre ve los problemas antes que nadie. Vivió durante un largo mes en el baño de un profesor y, a su lado, leyó mucho. Sin embargo, en cuanto se acabó su papel, fue abandonado en la basura junto a todo tipo de residuos, como cristales o plásticos.
Aluminito
Vivió mucho tiempo al lado de Javier en su mochila; era el encargado de proteger su almuerzo. Y los dos fueron inseparables hasta que sonó la alarma del recreo. Javier cogió su bocata, se puso a jugar con sus amigos y tiró a Aluminito al suelo. Fue allí, rodeado de muchos otros papeles de aluminio, cuando se dio cuenta de que tenía que hacer algo.